QUE ESPAÑA ES UNA DEMOCRACIA ES UN EXCESO VERBAL

QUE ESPAÑA ES UNA DEMOCRACIA ES UN EXCESO VERBAL

El duopolio del bipartidismo y la partitocracia garantiza el gobierno de los peores; esta es la peor desgracia de nuestro sistema político: la falta de desconfianza ciudadana en los políticos.

 
El bipartidismo es el cáncer del sistema democrático
Todo sistema político se diseña optando por uno de estos dos principios: la confianza o la desconfianza en el gobernante. En nuestra explicación importa poco si a esa confianza o desconfianza se llega por razones históricas o racionales. Bastará con que, en principio, sepamos que lo racional y lo histórico, la confianza y la desconfianza, se presentan en cada comunidad política de manera entrelazada en sus leyes e instituciones. La primera consecuencia de este resultado es que, en principio, ni la monarquía, ni la oligarquía, ni la democracia son sistemas malos o buenos en sí mismos. Absolutamente todos ellos serán mejores o peores para los ciudadanos según la confianza o desconfianza que presida el diseño del poder. Sabiendo esto, decir que en España hay una democracia es un auténtico abuso del lenguaje.

La democracia es el sistema político que más consecuente puede llegar a ser con el principio de desconfianza hacía el poder. Es el sistema político que mejor se corresponde con la idea de que el mercado libre es el que mejor puede juzgar y rechazar los productos (propuestas políticas). En efecto, es el sistema político capaz de sacar todas las consecuencias que el mundo mercantil extrae de la competencia libre, a saber, que uno puede engañar en el mercado una vez, pero no a todos y siempre.

Bajo este sencillo principio, ya nos podemos dar cuenta del abuso del lenguaje que supone decir que en España hay una democracia. Tenemos ya el suficiente recorrido “democrático” para darnos cuenta de que en este País han engañado los mismos, con las mimas mentiras y sin pagar ningún precio por elloEl que las listas electorales vengan hechas desde los partidos políticos, el método D´Hondt de la ley electoral (ley 5/85) y el diseño constitucional, que hace descansar los tres poderes del Estado en los partidos políticos, lleva a que todo el régimen político descanse en el bipartidismo, es decir, en el duopolio. Este fenómeno lleva a exacerbar el resultado que Friedrich Hayek predecía en los regímenes demagógicos, a saber, que lo peor de la sociedad española medre a través de los partidos políticos.

Desde 1978, elección tras elección, son hechos incuestionados: la corrupción, la demagogia política y la peor calidad moral y talla personal de los políticos. En España todo el mundo sabe ya que, si no vale para ser fontanero, panadero, empresario, para estudiar y, en fin, para cualquier cosa útil para los demás, puede medrar a través de la política.

Con una tesis doctoral plagiada, sin haber podido acabar una carrera, sin haber desempeñado nunca una profesión, en España, con un carné político, sólo tienes que pensar en ser el peor de los afiliados, el más displicente, el más hipócrita, el más adulador, para que tus opciones aumenten a ocupar un puesto en la lista electoral. No podrás haber dado un puesto de trabajo en tu vida, ni siquiera tendrás que haber demostrado ganarte el pan con el sudor de tu frente, sólo tendrás que mentir y decir a los demás que tú, el más incapaz, puedes arreglar España, Europa y, si te dejan, el mundo entero (vgr. cambio climático).

Ciertamente, en la función pública española, aún queda rastro de que, para algunos puestos, el mérito y la capacidad puntúan. Pero, sea cual sea hoy en día la carrera del funcionario, sabe, perfectamente, que para llegar a la cumbre necesitará la anuencia del partido, es decir, de los peores.

¿De dónde procede este sistema? Pues sencillo, de la falta de desconfianza del ciudadano español hacía el poder. Si salimos a la calle y preguntamos a alguien qué le parece que, por ejemplo, haya paro, dirá que mal. Y si le seguimos preguntando por la solución, contestará algo parecido a esto: “es que el Estado lo que tendría que hacer es…”. El estudio de la política española desde el s. XVII tiene una sola constante: en España se piensa que el político es quien debe resolver las cosas. Jamás se ha pensado que la política y los políticos sólo deben actuar en los casos en que la sociedad civil no pueda hacerlo.

Por eso, en España, por ejemplo, jamás se ha dado un verdadero liberalismo ni una verdadera república. Aquí las formas de gobierno se han presentado como únicas soluciones. De manera que, cuando se llegó a la época de la Constitución de 1978, ésta se diseño sobre el mismo principio que orientó el régimen anterior y el anterior y el anterior: los políticos son quienes han de solucionar la vida de los ciudadanos. Y, así, se desencadenó la siguiente secuencia de ideas: podrán votar los ciudadanos, pero corrijamos el sistema para que los partidos políticos sean los menos posibles, tampoco van a saber elegir las personas quién les conviene, así que digámoselo desde los partidos políticos y, naturalmente, dominemos desde los partidos políticos los resortes de los tres poderes del Estado. La partidocracia española es otra forma de tutela del político sobre el ciudadano.

Esta raíz espiritual de confianza hacía el político y falta de dignidad personal es la que vemos reflejada perfectamente en el mejor libro de política española: El Quijote. En él vemos a Sancho, persona normal y trabajadora, dispuesta a vivir siguiendo los delirios de Don Quijote. Será Sancho quien alimente a Don Quijote, quien se lleve los palos en la venta, las pedradas en el camino, esperando que, algún día, Don Quijote el arregle la vida dándole un paraíso, una ínsula...

Emilio Eiranova, ex fiscal, ex magistrado y doctor en Derecho y Económicas

Textos Legales

Enlaces Directos

Image
En el BUFETE EIRANOVA se presta un servicio de asistencia jurídica integral, a través del asesoramiento preventivo.

Teléfono

910 510 284

Correo Electrónico

info@eiranova.com